Por la mañana Patricia había ido a la facultad de arte y se había sentado en el pasillo, justo enfrente del aula en la que le tocaba clase a Marisa, según le había indicado Juanra.
La facultad era bonita, los pasillos amplios y, haciendo honor a su especialidad, los tenían adornados con reproducciones de cuadros de uno de esos pintores que tanto le gustaban y que desde que empezó en trabajo se había dado cuenta que no sabía el nombre.
Cuando sonó el timbre el pasillo se lleno de jóvenes que salían de todas las clases. Vio a Marisa, que salía a toda velocidad, pero al verla se paró, miró el reloj y se dirigió hacia ella.
“Estoy en tu grupo de trabajo, ¿verdad?”
“Si”
“Tengo mucha prisa, te dejo esto (abría una carpeta y sacaba un pequeño dossier) y ya me diréis”
“Queríamos reunirnos los cuatro, y poner las informaciones recogidas en común. Diseñar la presentación... “
“Que buena idea, ahora de verdad tengo que irme a otra clase”.
“Me gustaría hablar contigo, tienes un rato esta tarde”.
“Si, sobre las seis y media”.
“Te parece bien en el “Hope”, está cerca de la universidad”
“Si, me encanta. Vale a las seis y media” Y se fue corriendo pasillo abajo.
Patricia le echó un vistazo al dossier que le había entregado Marisa. Había diez personajes en cada especialidad. Expuesto de forma excelente. Nombre, fechas, nacionalidad, y listado de obra más representativa. De todos foto. De los artistas plásticos imágenes de su obra, de los arquitectos fotos de los edificios y hasta planos. De los dedicados a la escritura listado de sus libros. Retazos y frases de sus obras. Era un trabajo de 10 total. Solo hacia falta ponerle unas tapas. ¿De donde había sacado tiempo?
“No se estar sin hacer nada. Desde la adolescencia. Volví locos a mis padres. Suelo dormir un máximo de cinco horas, no necesito más. No me siento cansada o adormilada durante el día. Soy acción continua. Solo paro en el cine (que me encanta, me muestra otras vidas) o cuando voy al teatro o al ballet. En los conciertos estoy botando todo el rato. Para mi estudiar es divertido; mucho mas que la play, o la tele, o esos chateos con gente que vive en el edificio de al lado. Soy mala para las relaciones sociales. Soy tímida, siempre creo que molesto, que estoy de más. Nunca tomo la iniciativa para conocer gente. Como hoy contigo, tú has propuesto la reunión, yo no me hubiera atrevido. No, no tengo pareja. Aunque acepto que viene bien tener alguien que te escuche, que te mime, que te haga reír (apareció algo de rubor en su cara) y un buen polvo de vez en cuando. ¿Pero quien aceptaría que mis estudios están por delante de todo? ¿Quien aguantaría mi ritmo y mis horarios? Es que durante las clases me lo paso muy bien. Mes gusta saber, me gustan las carreras que he elegido, tengo facilidad para aprender. Y algunas veces, no siempre, una pausa como esta de hoy. Una charla agradable, en un sitio acogedor. Pero si dura mucho, en mi cabeza empiezan a aparecer las tareas por hacer. Si que conozco a Juanra; me adoptó cuando llegué y durante el curso de primero me vio siempre sola. Quedo con el un par de veces a la semana para conversaciones sobre temas generales. Claro que hablamos de ti, al principio de este curso, cuando empezaste a destacar en la clase. El dijo que eras brillante, imaginativa y que tratabas bien a la gente. ¿Acertó? A mi me hubiera gustado acercarme a ti, pero no me he atrevido, no se hacerlo. Si, si, si que me gustaría ser tu amiga. Yo creo que la imagen de “outsider” de Juanra es forzada: teme ser absorbido por este sistema sin valores. Si, tengo valores; soy lo que hago. Si tengo que hacer una cosa no hace falta ponerme vigulancia lo intento hacer lo mejor que se. No hago daño a los demás. Trato de tener criterio propio, no vivir bajo el ideario de otros, pero tampoco imponer el mío. Buscar la excelencia. Hacerlo tan bien como el que lo haga mejor. Dedicarle todo mi interés a cada acción de mi trabajo. Disfrutar con lo que haga, huir de la rutina...vale, vale paro. Me gustaría volver a verte, no quiero saturarte...
Patricia estaba sentada en su habitación, el ordenador apagado, el dossier de Marisa encima de la mesa. Sonaba un disco de Simón y Garfunkel.
Marisa era guapa, inteligente, trabajadora y una absoluta desconocida para compañeros que la habían acompañado desde que comenzó la universidad hace cuatro años. Ella misma no la había detectado. Recordaba las palabras últimas de Marisa, las palabras que al final se atrevió a pronunciar:
“Soy un bicho raro, nadie quiere trabajar con alguien que llega antes de la hora, que no se va hasta que termina, sin mirar el reloj. Los compañeros creen que quedan en evidencia. Soy una roca, soy una isla”
Al principio no había entendido, pero ahora escuchaba al dúo americano, su canción “I’m a rock” hacia un momento habían cantado; “tengo mis libros y mi poesía para protegerme” y también “No toco a nadie y nadie me toca a mi” y también “Soy una roca, soy una isla” y en este preciso momento sonaba: “y una roca no siente dolor, y una isla nunca llora”.