Era un pueblo de mar que estaba un poco más al sur. Tenia un paseo marítimo con palmeras.
Todo el frente de edificaciones estaba ocupado por Chiringuitos y tiendas de recuerdos para turistas, en medio un establecimiento fuera de lo común; una librería - restaurante.
La planta baja, amplisima era la librería. Dotada de un gran fondo editorial. En el piso alto solo entrar unas mesas preciosas, para desayunos, meriendas o para pasar el rato tomando algo, detrás en una pared una barra; entre la barra y la otra pared un pasillo que conduce al salón principal donde están colocadas 12 mesas con mantel y servilletas de hilo. El comedor.
Detrás de la barra un camarero muy joven recibe con una sonrisa franca al hombre mayor que acaba de entrar, su único cliente en ese momento.
A la media hora el cliente ya se ha hecho con la confianza del joven.
Y le cuenta a su interlocutor que lleva trabajando fijo en ese establecimiento hace dos días. Que un dia esta en el bar y otro en la librería -que es lo que de verdad le gusta- turnándose con un compañero.
Un rato más tarde ya le ha explicado que la librería es de una escritora, asociada a una cooperativa de propietarios, y que consiguió el trabajo gracias a dos de los socios; el dueño de un bar que se llama "Hope" y un amigo.
A la curiosidad del viejo sobre una frase pintada en la pared, le cuenta que le han dejado pintarla, que lo hizo ayer y que es de un poeta que ultimamente ha leído mucho. Los dos guardan silencio mirando la pared
"Gente que se mueve donde ya no hay nadie"
Cuando entra la chica de la mirada dulce, el pelo bonito y el peinado moderno; el joven camarero sonríe ampliamente y le dice a su recién conocido amigo "Esta es mi novia, Alicia. La luz de mi vida"
El hombre maduro la mira con una sonrisa afectuosa "Que Alicia, ¿ya has encontrado el pais de las maravillas?"
"¿Quizás me lo pueda decir usted?"
El se volvió hacia el joven, ahora radiante por la presencia de la chica "¿Sabes? acabo de recordar una frase de tu poeta"
"Si, que bien, ¿cúal?"
"Tu dijiste, es raro me gustaría huir pero nadie nos persigue"
Alicia sonreía.
"¿Todo bien entonces?".
" Por mi si, todo correcto" le contestó el hombre mayor.
Ella pareció aliviada, cuando habló su tono era serio "Cuando entre me parecía que era la mujer de ese cuadro, esperando con una rosa el veredicto de otras personas, ahora me parece más que soy la de ese otro, disfrazada, entrando en una habitación que colmara mis fantasías" puso suavemente su mano en la pierna del hombre mayor "Si. Creo firmemente que he llegado al país de las maravillas" pausa corta "y tambien que me ha encantado conocerle"
*****
El sol de media tarde todavia vencia al frío. En la terraza del Hope el veterano policía tomaba un café latte. Levantó la vista y vio una mujer que avanzaba por la calle, iba rodeada por una pequeña camada de perros de todas las edades y razas, que sorprendentemente se mantenían en su proximidad a pesar de ir sueltos.
"Vaya, la profesora amiga de los alumnos y las poetisas"
"Vaya, el policía lector"
"¿Sabes que no se puede llevar los perros sueltos?"
"¿Me vas a multar?"
"No creo"
Los dos se sonreían, mantenían la distancia, el sentado; ella de pie en la calle, rodeada de sus perros que se habían parado. Hablo ella:
"Los últimos días he visto muy contenta a Alicia"
"¡Que perspicaz!"
"¿Tiene algún motivo especial?"
"Ha encontrado el pais de las maravillas"
"Eso está bien, muy bien"
"Si. ¿Que tal tu amiga la poeta? Lilith ¿no?"
"Si, muy bien escribiendo cada día, sobre todo de la gente que suma y no de la que resta"
"¿No tendra una librería - restaurante?
En ese momento la sonrisa de la mujer se convirtió en risa franca.
"Si, si que la tiene, un poquito más al sur ¿como lo sabes?"
"¿Eres socia?"
"Si, de las fundadoras"
"Suponía"
"Me tengo que ir ¿estoy detenida?"
El hombre no dijo nada, ella se dio la vuelta y siguió su paseo con los perros que saltaban y correteaban felices de estar otra vez en marcha. El la seguía con la mirada, esperando.
Avanzó hasta la esquina, unos veinte metros, se paró, quedó de espaldas diez, doce segundos. Se giro con un movimiento ágil, casi de danza y volvió sobre sus pasos, acompañada por su guardia perruna. Al llegar frente al policía habló:
"No me has dicho tu nombre"
"En el trabajo todos me llaman Marlowe"
"Que apropiado".
“Eva, tu puedes llamarme Adam, como mis amigos.